
Entonces el Demonio del Engaño surgió de repente frente a nosotros y le miramos a los ojos y su mirada estaba llena de esperanza y en sus manos estaba el cofre donde dormían los deseos y los sueños, y el Demonio del Engaño abrió la caja y nuestras mentes se llenaron de ilusiones y fue cuando, como Cristos de aquel desierto, renunciamos a todo aquello que nos ofrecía porque de alguna forma sabíamos que esa era una de las armas más poderosas del mal.
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